Historia de los cuidados estéticos

Historia de los cuidados estéticos

Los cuidados de belleza representan una de las preocupaciones constantes de la humanidad a través del tiempo. Este aspecto de la Historia Universal no es frívolo más que en su apariencia.

La humanidad no ha dejado de sostener un combate notorio contra las marcas de la decrepitud corporal y de hacer de su cara el reflejo de sus ideas religiosas y estéticas.

Esta preocupación no es nada más de la mujer sino también del hombre: la creación de centros de Estética masculina en París y en el mundo nos da la prueba, que la lucha contra el envejecimiento no es únicamente una preocupación femenina.

El origen de los cuidados de belleza.

Los cuidados de belleza son universales en el tiempo.   En el mundo actual, la civilización abarca desde la humilde humanidad amenazada por el hambre, hasta el mundo industrial donde existe la abundancia y la velocidad. Aunque es muy grande la diferencia, las sociedades humanas juzgan necesario el colorear y dar forma a la cara. Entre más primitiva es la sociedad, más violentos son los colores.   Las sociedades con tecnologías más avanzadas, consumen cantidades considerables de cosméticos. Los Estados Unidos tienen en este ramo, como en otros, el récord mundial, pero la Europa Occidental le sigue de cerca.

La mujer de Sudán, cuya alimentación cotidiana es problemática, consagra numerosas horas al embellecerse los labios, sometiéndose a operaciones complicadas y dolorosas. La americana para la cual todo parece posible menos el de morirse de hambre, imita a su hermana negra consagrándole menos tiempo y menos esfuerzo al maquillaje.

En la vieja Europa, es evidente que los cuidados de belleza y el maquillaje van a la par con el desarrollo urbano. La piel de la mujer del campo, maltratada por el contacto constante con el aire y el sol se arruga rápidamente. Los cosméticos son sin embargo, poco populares en el mundo rural donde serían particularmente útiles. Por el contrario, en las calles de las grandes ciudades encontraremos contadas caras sin algún producto. Los cosméticos imperan a tal punto que encontraremos su uso en mujeres de las más diversas condiciones sociales, y de todas las edades, de veinte a setenta años y aún más. Si nuestra época ha marcado una democratización triunfal de los productos de belleza, la necesidad de artificios que manifiesta, es universal y antigua como el mundo y no se puede explicar más que tomando en cuenta factores muy diversos.

Aspecto religioso.

Los orígenes religiosos del maquillaje, que se acompaña muchas veces de tatuaje, nos son dudosos.   Las sociedades primitivas o simplemente antiguas nos ofrecen numerosos ejemplos. Se pintan y se dibujan sobre el cuerpo inscripciones para satisfacer a los dioses. No pueden dejar de hacerlo aunque la operación sea larga y dolorosa. Pueblos de las montañas de la península de Indochina soportan estos tratamientos fumando opio.

Dibujos e inscripciones que dependen del horóscopo establecido para el paciente, procuran a éste la protección divina en caso de guerra o simplemente contra el ataque de las fieras.

Sin querer recordar la cara pintarrajeada de colores cuando se trata de una máscara de brujo, citamos que en ciertas tribus de África Negra el valor mágico estaba atribuido al maquillaje en rojo, ya que éste devuelve la salud a los enfermos si se les unta el cuerpo de este color para cumplir con ciertos rituales religiosos.

Son costumbres parecidas que volvemos a encontrar en el país del Egipto Antiguo, que además estudió de manera más honda las gomas y los aceites perfumados sobre todo para sus prácticas de momificación.

Sería fácil multiplicar los ejemplos.   La humanidad siempre ha atribuido un valor simbólico y mágico a los colores y a su empleo en el tatuaje, el maquillaje y los trajes.   Hay que notar que el sexo masculino deja prácticamente el uso de maquillaje en el momento en que la significación religiosa de los dibujos y de los colores ha desaparecido. Pero no es sorprendente que la mujer que se pinta los labios tenga algunas veces la impresión de cumplir con una acción ritual. Le podemos dar la razón en un ocupación como ésta, donde persiste una tradición ancestral.   El etnólogo y el historiador le prestan su atención a los cuidados de belleza y maquillaje. Varios museos etnólogos tienen su documentación interesante sobre el maquillaje de carácter religioso y social.

Aspecto social.

            Una sociedad podría definirse a partir del tiempo y de las técnicas que consagra al embellecimiento del cuerpo humano. Así es que, al nivel de toda una tribu, un color es adoptado como en el caso de una de las poblaciones más antiguas de México, que tenía por signo distintivo un maquillaje a base de tierra colorada.   Ocurre también que una sociedad quiere diferenciar ciertos grupos que consideraban inferiores.   El tatuaje en Egipto está reservado a los bailarines y a los músicos, muchas veces originarios de Nubia o Libia.   Con los pueblos judíos, griegos y romanos, el tatuaje también tenía mala reputación, se consideraba como un signo de barbarismo. Hasta hoy día, en la civilización occidental el tatuaje está visto con cierta suspicacia y temor. Pero en ocasiones, es el individuo que a su vez se diferencia respecto a una sociedad que él acepta mal y en contra de la cual quiere mostrar su independencia.

La Europa cristiana ha mantenido prejuicios tenaces en contra de los perfumes y aceites cuyo uso estaba considerado inmoral. “Dejadlos a las mujeres de la mala vida” sermoneaban los muy católicos,y los protestantes no se mostraban más indulgentes.

La famosa Lola Montes escribiendo Arte de la belleza en 1875, dice que todo hombre normal retrocedería de asco ante una boca maquillada.

Hoy todavía, aún con toda la transformación de las ideas sociales en materia de maquillaje, una viuda con demasiado maquillaje sería considerada como indecente.

Pero estos aspectos negativos han llegado a ser secundarios ante la importancia actual del maquillaje. La cara de una mujer, sobre todo en las ciudades grandes donde millares de personas se cotizan y poseen un valor social, los cuidados que le da para embellecerla, le permiten esperar un éxito mayor dentro del medio en el cual ella aspira a vivir bien, sea de orden material o sentimental.

La mujer es el pilar de la sociedad, arreglada en su casa, ella crea y mantiene la armonía del hogar. Agradable a la vista en el trabajo, ella facilita las relaciones humanas, que están siempre amenazadas por la constante tensión nerviosa de la civilización industrial.

Estética moderna.

            Se puede decir que ésta empezó a desarrollarse realmente después de la Segunda Guerra Mundial. Pero después de la guerra de 1914-1918 ya había cierta inquietud en las mujeres para su liberación y su emancipación. Esto se manifestó por la moda de faldas cortas que fue algo sensacional. También el corte de pelo y la mujer empezó realmente a maquillarse.

Es en esta época que aparece la industria de la cosmetología, con el nacimiento de las grandes firmas de ahora.

En esta época también se multiplicaron los salones de belleza, pero los institutos de belleza eran aún muy raros y nada más los frecuentaba un cierto estrato de la sociedad.

Llega la guerra de 1939 y empieza la penuria de materia prima para los cosméticos, pero fenómeno sorprendente, en lugar de frenar el gusto de la mujer ante los más grandes trastornos, la hace luchar más que de costumbre para la vida.

Durante la guerra se abrieron institutos de belleza, se creó el Visagismo. Y aún cuando hay dificultades para encontrar comida, las mujeres se arreglan en el mercado negro para encontrar algo para maquillarse.

            Es realmente después de esta guerra que se desarrolla más nuestra profesión: se constituyeron escuelas, sindicatos, asociaciones. La medicina intervino para ayudar a nuestra profesión, pero sobre todo atacando y criticando los métodos que se estaban utilizando.

En Europa se delimitaron las actividades posibles en la estética, no permitiendo entrar en el terreno de la Dermatología y de la Quinesiterapia.